jueves, 25 abril 2024

Los Cancelados

El eufemismo “cultura de la cancelación”, nacida en la intelectualidad anglosajona como “cancel culture”, designa a un cierto fenómeno vinculado a las redes sociales que consiste en retirar el apoyo a personas u organizaciones que se consideran inadmisibles. Algo así como ‘la ley del hielo’, o ‘la funa’. El concepto se ha puesto de moda estos últimos tiempos por el sector del Rechazo, el que se abalanza contra una persona por emitir una opinión distinta a la que ellos esperan. Nos están cancelando, se lamentan amargamente.

Esta ha sido, por ejemplo, la línea de la senadora Ximena Rincón que, en conversación radial, indicó que hay “una actitud permanente de ninguneo o cancelación por parte del Apruebo, y eso cansa en la ciudadanía”. “Acá nadie es poseedor de la verdad y se ha tratado de poner a quienes estamos en el Rechazo del lado de los malos, de quienes están en un error, de quienes defienden la Constitución de Pinochet, y eso es llevar la discusión a un punto poco serio“, agregó. La senadora también se  refirió a la querella de la Democracia Cristiana en contra del ex timonel de la colectividad, Fuad Chahin, por posible “administración desleal” que tendría afectaciones al patrimonio de la falange, y apuntó, nuevamente, a una “cultura de la cancelación”.

Por esa misma vereda, el senador Felipe Kast acusó al ex convencional, Fernando Atria de «cancelar», en debate televisivo, al ex ministro de Transportes, René Cortázar, por recordarle que los argumentos de hace 30 años del Sí para el Plebiscito del 5 de octubre del ’88 y los del Rechazo son idénticos. Frase con la que René Cortázar perdió los estribos. “No, yo trabajé, Fernando, yo trabajé contra la dictadura y por el NO cuando tú estabas haciendo otras cosas. Así que por favor hay que tener respeto a la trayectoria de cada cual”, le aclaró. “Cuando se quedan sin argumentos recurren a la lógica de la cancelación y al ataque personal”. Tomándose de esas palabras, el senador Felipe Kast increpó al ex integrante de la Convención Constitucional Atria, acusándolo, era que no, de cancelar al ex ministro.

Si René Cortázar es un afectado de la cancelación, el asunto resulta ser de un victimismo vergonzoso. ¿Hay algún chileno o chilena que no sepa que Cortázar es uno de los que se ha enriquecido con el modelo neoliberal y que bajo ese prisma le conviene a él y a su camarilla seguir con la Constitución del ’80 o a lo más con pequeños retoques para tranquilizar a la plebe? O que fue llamado a declarar ante la Comisión Investigadora del Transantiago a explicar las irregularidades que se presentaron mientras él estaba al mando del ministerio. O que siendo presidente del directorio del canal 13 censuró un reportaje en el noticiero que daba cuenta de la discriminación a asesoras del hogar, a sólo media hora antes de salir al aire. Pero este no es el único caso en el que Cortázar ha sido ligado al recorte en la emisión de contenidos. En el mismo canal de Andrónico Luksic, se le responsabilizó por evitar que se transmitiera otro reportaje del programa Contacto sobre falsos exonerados, que revelaría un millonario fraude usando la Ley Valech. Anteriormente, como director ejecutivo de Televisión Nacional, el ex ministro ordenó que un reportaje de Informe Especial sobre los problemas que provocaba el asbesto en los trabajadores de la papelera CMPC del grupo Matte no fuera emitido y que otro sobre el golpe militar no mencionara los vínculos de El Mercurio con la CIA. Pero no seguiré con el prontuario de Cortázar.

El ex senador y ex constituyente Felipe Harboe es otro de los que imputa cancelación. Al revisar el programa del ex constituyente Harboe, literalmente propone Estado plurinacional, escaños reservados y autonomías territoriales, eliminación del Senado y Consejo de justicia. Todas materias contenidas en la propuesta de nueva carta magna pero que ahora rechaza. ¿Rechaza lo que él mismo propuso? Plop. Vaya una a decirle algo porque seguramente acusará cancelación. ‘La política de la cancelación: no puedo con tus argumentos así q te descalifico y te niego posibilidad de opinar distinto. Te invento cosas para reducirte: Eso que aplicaron a unos ahora los aplican los otros. Difícil momento para la sociedad. Debatir debiera ser un valor‘. Escribía Harboe en su twitter. Detalle freak el que se menciona en el mundo tuitero, es que el ex convencional cuando contesta lo hace por dm y si no le gusta lo que le dices, te bloquea. En fin.

En definitiva, donde ellos dicen cultura de la cancelación, yo digo, hablar con la verdad. Todas las opiniones son válidas pero aquellas basadas en mentiras, tergiversaciones de la realidad u omisiones, no. Definitivamente no. Las y los rechacistas pasaron ese límite hace rato. ¿Desde cuándo decir la verdad es cultura de la cancelación? La cultura de la cancelación no puede confundirse con el derecho a dar una opinión frente a otro que miente, tergiversa u omite información.

Yo sé cuál es mi sitio. Y desde ahí digo que, si de cancelaciones se trata, las y los chilenos tenemos harto que contar a lo largo de nuestra accidentada historia. Y las mujeres mucho más al enfrentarnos a un doble rasero donde por el mismo acto generalmente se nos juzga más severamente que a los hombres.

Que partidarios de una dictadura que ejecutaba y desaparecía a chilenas y chilenos, se queje de una supuesta cultura de la cancelación, es de una patudez monumental. La desfachatez es un virus que crece exponencialmente. Hay algunos que están convencidos que Chile es un objeto de su exclusiva propiedad, y cuando sus resultados electorales se ven en peligro, se comportan como si lo hubieran robado.

La llamada cultura de la cancelación es una práctica que también ha permeado a los medios de comunicación y los dueños o sus ejecutivos son los que deciden quienes existen o no, quienes tienen voz o no. Muchas veces hay listas negras en cuanto a personas que puedan informar, pero existen también temas que no deben ser tocados. En palabras más simples, supone silenciar a las voces que disgustan, que piensan diferente, que enarbolan un discurso que no agrada. Una censura por donde se la mire porque intentan desmarcar del debate nacional temas, voces y personas. Los grandes medios no tienen los estándares de pluralidad, de diversidad, de autonomía e independencia que deben tener. Esto para la democracia es de un costo devastador: va ganando espacio el silencio, permitiendo que sólo una voz se oiga y se imponga. Entonces y en ese punto del camino, el medio de comunicación y el cancelado se toman de las manos y se funden en una sola cosa. El senador Kast junto a “Los Cancelados’ gozan de tribuna privilegiada en todos los medios, escriben periódicamente cartas al director, columnas de opinión y editoriales, asisten a cuanto programa de actualidad política o matinal farandulero exista, esforzándose siempre por alimentar un permanente clima de caos y amenaza sobre el proceso constituyente. En definitiva, de cancelados nada.

Es evidente que algunos simplemente no quieren perder el privilegio del que siempre han disfrutado. Eso me indigna sobremanera, pero refuerza mis convicciones. Porque, si la democracia no es una palabra hueca, ser demócrata consiste en defenderla de personas que dan dolor de estómago. En mi caso, sin ir más lejos, son Los Cancelados.

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Periodista, magíster en Antropología y Desarrollo, diplomada en estudios de crítica de cine y edición de textos. En el ámbito profesional, ha desarrollado por más de siete años la docencia universitaria en temas de comunicación oral y escrita. Curiosa intelectualmente, interesada en el acontecer sociopolítico del país y del mundo. Mujer, madre, compañera y opinante. Verónica ( Santiago, 1975) se incorpora a Dystopia porque cree fervientemente en el debate y en abrir espacios de diálogo entre los ciudadanos.

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